Cuenta la leyenda que en un pueblo no muy lejano vivían un Rey y su hija. Ella que estaba ya en edad casadera no encontraba ningún mozo de su agrado y dicho así, su padre, el Rey, decidió hacer un llamamiento a todos los jóvenes del pueblo y todos los nobles de la comarca.
El Rey explicó que tendrían que estar 100 noches y 101 días a las puertas del castillo y aquél que lo consiguiera se casaría con su hija.
Pasaron los días y los hombres se iban yendo, no aguantaban tanto tiempo pasando frío por las noches, calor por las mañanas y lo que es peor hambre y sed. Un día la princesa bajó y vió que solo quedaba un hombre, un humilde campesino.
Pasaron los días y la princesa volvió a bajar y allí estaba el campesino, ella totalmente enamorada le dio una hogaza de pan y un cuenco con vino.
El campesino aguantó hasta la última noche y se fue. Todo el mundo estaba acongojado y le preguntaban el porqué de su marcha cuando solo le quedaba un día y el campesino muy serio dijo: Una persona que no es capaz de evitarme ni un solo momento de sufrimiento no merece mi amor.